Traducción al castellano del artículo de Richard Yensen que
originalmente apareció en el boletín de MAPS
Volumen XX, Número 1.
Los psicodélicos tienen un efecto remarcable en la relación terapéutica
y el proceso de psicoterapia. El uso de psicodélicos en una relación
terapéutica permite la amplificación de elementos esenciales en el proceso de la
terapia. Especialmente en una intensa intervención que está diseñada para
vencer el miedo, la ansiedad y la pérdida del sentido de la vida en casos
terminales.
La gente que se enfrenta con su propia muerte, lo hace con el último
gran misterio de la vida. Lo que sigue después de este mundo es desconocido.
Tenemos reportes de experiencias cercanas a la muerte, y la explicación de varias religiones acerca
del más allá, pero nada con certeza.
Las esperanzas, las ansias y la desesperación del paciente que se
acerca a la muerte, y la de sus seres queridos, se proyectan en esta pantalla
de lo desconocido. Una experiencia psicodélica puede aportar un tipo de
acercamiento a ese proceso, es una oportunidad de experimentar una
previsualización de cómo es entregar la imagen que tenemos de nosotros mismos y
que fue ganada con esfuerzo, a lo desconocido. Esta
muerte del ego, o trascendencia, es el eje central de la asistencia que puede
ser otorgada por drogas psicodélicas en un ambiente propiamente manejado.
La muerte del ego puede ser poderosa físicamente e incluye síntomas
físicos como el pulso débil y la respiración entrecortada, o puede ser más
eidética, incluyendo una extrema modificación del sentido de sí mismo. O también puede ser más simbólica e
integradora. Sobre esto, recuerdo la
experiencia de mi primer paciente en terapia psicodélica. Joe era líder de un
sindicato de trabajadores.
Nos pidió acercarnos (al terapista y co-terapista) al sillón. Nos tomó
de las manos. Habló de cuando era niño, las dificultades que tuvo al ser muy
pobre, la alegría de la profunda identificación que tenía con su padre y los
sufrimientos de su padre. Joe nos dijo que estaba experimentando los sufrimientos de su padre como propios, y
al mismo tiempo era el sufrimiento de
todos los hombres-el sufrimiento de sobrellevar las dificultades de la
vida; el dolor, la desilusión, y el horror de estar vivo. Se describió viendo la bandera americana,
barras y estrellas; las barras eran rojas como la sangre. Después dijo: “me
siento como si me convirtiera en la sangre que corre por mis venas. ¡Es sangre
Irlandesa! Hay fortaleza, siento la fortaleza de los irlandeses; la fortaleza
noble del trabajador. Puedo sentir el significado del sufrimiento, de mis
ancestros irlandeses. Son obstinados y fuertes. “ Joe dijo que experimentó los ideales y sueños
que trajo su gente a los Estados Unidos cuando inmigraron. “Querían acabar con
el dolor, la injusticia y el sufrimiento –no solo para ellos mismos, sino para
todos nosotros. Comparto este sufrimiento. Ha sido mi trabajo seguir con esas
ideas como líder del sindicato.” Nos percatamos de los sutiles cambios de
identidad mientras nos tomaba de las manos, hablaba de hacerse viejo y
lentamente unía su identidad con la de su padre, después con la bandera, luego
con su sangre y ancestros, y finalmente con el propósito de su vida. Esta
muerte del ego es un sutil cambio de identidad, y un cambio hacia la
trascendencia de su estado de separación;
el fuerte sentido de sí mismo prevaleció mediante su altruismo. Después
de esto, Joe capituló la trayectoria de toda su vida. Compartimos y revivimos
momentos de profunda emotividad, momentos de triunfo y fracaso.
El resultado de esta experiencia fue un paradójico alivio del
componente emocional del dolor que él sentía. Fue capaz de decir que aunque
sintió considerable dolor físico, su significado cambió ahora que se dio cuenta
que estaba muriendo. Su estado de ánimo era radiante y los familiares que
fueron por él después de la sesión gozaron con nosotros el maravilloso final de
la experiencia. Después de este tratamiento, disminuyó considerablemente su
necesidad por medicamentos para el dolor.
Sharon era
un médico que fue diagnosticada con cáncer. La sesión con LSD tomó lugar en un
hospital. Pesaba 80 libras cuando fue la sesión, y sufría anemia. Cualquier esfuerzo
físico le causaban dificultad respiratoria y ansiedad al sentir que no podía
respirar. Durante el inicio de la sesión con LSD la angustia se le presentó de
manera alarmante. Gritó sobre lo
angustiada que se encontraba. Se sentó y
después se acostó en la camilla mientras escuchaba la música que le poníamos en
sus audífonos. De repente se arrodilló y
dijo “¡la única vez en mi vida!”
Se puso de
pie y la ayudamos a que no se cayera de la camilla. El co-terapista y yo, cada
uno en un lado de la camilla, tomamos sus manos y así pudo sostenerse. Sharon
flexionó sus rodillas y se balanceó como si estuviera sobre una plataforma en
movimiento. Su cara ahora era radiante. Dijo: “finalmente, en el centro del
anillo” “soy realmente yo, una estrella de verdad” Sostuvo esta tensa postura
durante varias horas. Ya no necesitaba nuestra ayuda, no respiraba con
dificultad, en cambio se mostraba llena de vigor, disfrutando un viaje
balanceado después de mucho esfuerzo. Después de una vida de dominación por
parte de su hermana mayor, y de regaños por parte de sus estrictos padres,
ahora ella era capaz de rescatar su esencia.
De repente Sharon
se vio rodeada de luces, olía a aserrín, y escuchaba a varios admiradores
gritando. Ella montaba tres caballos blancos. Sus manos extendidas, sosteniendo
las riendas, sus pies posados en los otros dos caballos. Cabalgó en círculos,
profundamente satisfecha y conectada con su lado heroico. Esta experiencia fue
profundamente sanadora y fortificante. Disfrutó
un resplandor radiante y sanador que le duró por meses después de la sesión. Su
condición física mejoró dramáticamente después de la sesión con LSD. Regresó a
sus 140 libras. Su oncólogo concluyó que esto fue “una de las más dramáticas
remisiones.”
Experiencias
como esta no están contenidas en una droga, tampoco están definidas por los
efectos específicos de una droga psicodélica en particular. En cambio estas son
experiencias en la conciencia que reflejan, mediante amplificación psicodélica,
el enriquecimiento emocional y la seguridad que creció por horas de terapia
preparatoria. Hay una sintonización especial entre un terapista con nociones de
psicodélicos y su paciente. El terapista sabe, por su experiencia personal, las
profundidades sanadoras que pueden ser posibles para el paciente. También
saben que no hay certeza. Una experiencia trascendente no es algo que debe ser
forzado; es un evento espontaneo en la conciencia del apoyado y bien preparado
viajero que entra en el hermoso y
salvaje mundo de la mente.
Las medicinas
psicodélicas son herramientas poderosas que requieren el propio entrenamiento
de terapistas para que se realicen los resultados óptimos. La naturaleza del
entrenamiento es multidimensional porque, en mi opinión, debe incluir
psicoterapia personal con una serie de
sesiones psicodélicas. La profunda experiencia de los estados psicodélicos, y
el efectivo entendimiento de nuestras propias psicodinámicas en una dimensión personal
y transpersonal, es esencial para el seguro, responsable y efectivo uso de
estas drogas. Una capacidad de entrega
personal a los psicodélicos, incluyendo la muerte del ego, es un prerrequisito para
cualquier terapista efectivo.
La guerra
contra las drogas ha creado una atmósfera política muy represiva que ha eliminado
el entrenamiento adecuado. Quizás la más
grande tragedia de esta represión es la pérdida del linaje: no hay forma legal
para terapistas mayores de entrenar a nuevos terapistas en el proceso de la
rendición del ego. Una generación de experimentados terapistas está por
perderse. El Centro de Investigación Psiquiátrica Maryland fue la última
institución que tuvo ayuda financiera y permiso político para entrenar a sus
terapistas de esta manera. Desafortunadamente la MPRC (Maryland Psychiatric Research Center) cerró sus puertas a la
investigación psicodélica en 1977. Es muy bueno que MAPS esté trabajando por
permisos para poder administrar entrenamiento psicodélico a terapistas. Uno solo puede esperar que se pueda encontrar
alguna forma para permitir que los terapistas
con experiencia entrenen a otros como fue dicho antes, y así comenzar el
proceso de pasar todo su conocimiento mediante éstas sesiones de entrenamiento.
¿Cómo puede
el psicoterapista poder ofrecerle algo al paciente terminal? Solamente el
terapista que ha vivido una profunda recapitulación de su vida, de sus primeros
años de vida y de una muerte convincente del concepto de sí mismos, es quien
puede ofrecer una guía sólida al paciente en una profunda sesión psicodélica. Mediante
este tipo de entrenamiento el terapista enfrenta la muerte, con la ayuda de un
mentor solidario que ha experimentado
antes las mismas profundidades. Experimentando una convincente experiencia de
muerte, el terapista obtiene la experiencia personal necesaria para ofrecer
apoyo compasivo, así el paciente puede
enfrentar el último misterio de la vida.
Hola!
ResponderEliminardado que no es usualencontrar este tipo de formaciones de calidad y tan específicas, aquí les dejo un link sobre dos talleres que se impartirán en Septiembre en Ibiza sobre terapia psicodélica:
http://www.aya2014.com/talleresaya/#ArthurStein
que lo disfruten!