viernes, 17 de octubre de 2014

DROGAS Y FILOSOFÍA (I)

(La ruptura con el concepto filosófico de la unidad de la conciencia)

Las drogas son más subversivas de lo que parecen: son, incluso, filosóficamente subversivas. En efecto, ellas introducen el concepto de una conciencia que, alterarse, no se destruye, sino que solamente se transforma en otra conciencia. No pasiva, como la conciencia filosóficamente, sino transitiva, o, en otras palabras, mágica. Para la Filosofía o la Antropología, tal conciencia, que modifica a voluntad la realidad,es considerada como ilusoria, dejándonos así sin armas teóricas para abordar el fenómeno de la locura.

Géza Róheim comprendió, sin embargo, que todo el pensamiento "esquizofrénico" era reductible a términos mágicos: allí, desde el neurótico obsesivo hasta el llamado esquizofrénico que ve al Diablo y al Dios presente aquí mismo, en este mundo, todos operan un ritual que, en lugar de castrar la realidad, o la normalidad, haciéndola presente sólo como lo único -que ésta parece que sea para nosotros la cesación de un sentido-, la desposee, por el contrario, tan sólo de su manque, que es la vivencia del sueño que reclama con tanto furor Bretón. Es decir, que, en definitiva, de lo que estamos a la búsqueda es del fin de la escisión de la realidad, fin que operaban antiguamente la Mística, la Magia y la herejía al suprimir el "Más Allá" cristiano, ubicando a Dios en nuestro mismo lugar y procediendo a esa Cognitio Dei Experimentalis en que consiste, como Jung dijera, básicamente la llamada esquizofrenia.

Es a lo mismo a lo que tienden las drogas, cuyo uso mágico o místico (Huxley) no es desconocido sino para aquellos hippies que se limitan a experimentar con ellas como si la conciencia nada fuera, siendo así frecuente que se tropiecen con sorpresas o con aventuras desconocidas para su fe atea, y que no encuentra, sin embargo, aquel chaman que destila el viaje de amanita muscaria para luego hacérselo pasar a otro, como una materialidad del espíritu, a través de su orina. 

Leopoldo María Panero

ABC, 30 de Mayo de 1987, página 117.


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